Sigmund Rascher, el médico nazi que quería ‘revivir’ a los muertos con sexo

Todos hemos oído hablar de las torturas que llevó a cabo Josef Mengele en Auschwitz: desde pruebas con niños gemelos a extracciones de órganos. Sin embargo, parece que no fue el único que acogió las pruebas más crueles realizadas en seres humanos.

Sigmund Rascher, también protagonizó algunos de los experimentos más sádicos de todos los tiempos, entre los que cabe destacar los sexuales.

Sigmund Rascher nació en el seno de una familia rica, y desde bien pequeño ya tenía marcado su futuro: sería médico como su padre. Con 21 años, en 1930, empezó sus estudios de medicina y tres años después, ya formaba parte del Partido Nacionalsocialista Alemán.

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En 1939 ya mostró su compromiso con el régimen de Adolf Hitler, y para ello, empezó a participar en los experimentos médicos que llevaba a cabo la medicina nazi.

Los primeros se realizaron en una cámara de descompresión, con el objetivo de simular las condiciones que sufrían los pilotos germanos; para lo cual se seleccionaron a 10 reos, que fueron obligados a dar su vida por la ciencia.

Pero a pesar de todo, estos no fueron los experimentos  más bárbaros de Rascher. Una vez que los experimentos en Dachau se terminaron, Sigmund Rascher no se dio por vencido y comenzó una serie de locos experimentos con los que rellenar su tesis doctoral.

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Con la ayuda de su amigo Himmler, una de las personas más poderosas de la Alemania nazi, trataron de reanimar a presos con lo que llamaron «calor animal». Supusieron que la forma de devolverles la vida después de padecer hipotermia era el calor sexual. Y para ello, llevaron desde el campo de concentración de Ravensbruck a cuatro prisioneras que les sirvieran como conejillo de indias.

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Entre las formas que se les ocurrieron, hicieron que las mujeres simplemente les transmitiesen temperatura mediante sus cuerpos, hasta que los masturbaran para tratar de que volvieran a su ser.

Pero como cabía esperar, el método fue totalmente ineficaz. Así que instalaron un lecho en el laboratorio, donde colocaban a los prisioneros congelados entre dos prisioneras completamente desnudas, que tenían que acercarse a ellos todo lo posible y tratar de provocar el coito.

A Himmler los experimentos le resultaban tan interesantes, que incluso se desplazó hasta el campo de concentración de Dachau para verlos en primera persona. Con sus propios ojos pudo ver como obligaban a dos mujeres a mantener relaciones sexuales con un hombre que había sido arrojado a un tanque de agua helada.

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Aunque nunca pudo probar la teoría, Rascher la consideró una forma alternativa para revivir a los pilotos cuando las demás fallaran, para darle la razón a Himmler.

Pero al poco tiempo, se enteraron que los hijos de Rascher no eran suyos, que habían sido robados, y lo mandaron a ahorcar con su mujer en el mismo campo de concentración de Dachau. Allí Rascher pudo probar de su propia medicina.

Imagen de portada: BundesarchivFuente: abc