La mujer que encontró la cura contra el cáncer y que el gobierno silenció sin dejar rastro

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Vivimos en un mundo en el que todos los días parece salir a la luz un nuevo factor de riesgo que aumenta las probabilidades de desarrollar cáncer. Por si no fuese suficiente, resulta muy poco alentador conocer las estadísticas que muestran que hasta el 50% de los hombres y el 33% de las mujeres desarrollarán cáncer en algún momento de sus vidas.

A pesar de las constantes campañas para recaudar dinero e invertir en nuevas investigaciones contra el cáncer, lo cierto es que parece que ya existe una cura con la única pega de que no proporciona los beneficios económicos deseados.

Tristemente, el cáncer es un gran negocio. Los tratamientos de quimioterapia y radiación cuestan mucho dinero y generan miles de millones de euros a la industria farmacéutica, por esta razón, mientras más enfermos haya, más dinero se podrá recaudar.

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Con esta triste realidad, tuvo que luchar Johanna Budwig, una científica brillante que dedicó su vida y su carrera a estudiar el cáncer y desarrollar una manera de curarlo. Sorprendentemente, después de toda una vida de esfuerzo, Budwig consiguió su objetivo.

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Desgraciadamente, su éxito no le procuró la felicidad que esperaba, ya que esta no producía suficientes beneficios para las farmacéuticas encargadas de crearla y distribuirla, por lo que el fruto de toda una vida de esfuerzo no vio nunca la luz.

«Tengo la respuesta para el cáncer, pero los médicos estadounidenses no me escuchan. Vienen aquí, observan mis métodos y se quedan impresionados. Luego pretenden que lleguemos un acuerdo para que se la lleven a casa y puedan ganar un montón de dinero. Yo no pienso de la misma forma y por esa razón estoy vetada en todos los países”, decía la científica alemana.

Wallenrock/Shutterstock

En un primer momento, Budwig fue contratada por el gobierno para investigar el proceso por el que volver sólidos algunos aceites.

Al parecer, durante el tiempo que estuvo trabajando en ese proyecto, Budwig encontró lo desastrosos que eran los efectos de los aceites hidrogenados en el cuerpo a la vez que descubría las poderosas propiedades curativas de los aceites esenciales en toda forma de enfermedad degenerativa, incluyendo el cáncer.

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En 1952, la Dra Budwig escribió: «Está comprobado que los ácidos grasos muy insaturados son el factor decisivo en la pésima función respiratoria de las enzimas«.

A partir de aquel momento supimos que, junto con los aminoácidos sulfurados (proteínas), los ácidos grasos insaturados juegan un papel fundamental en la absorción y utilización del oxígeno en todos los procesos de crecimiento y su transporte en sangre.

ChWeiss/Shutterstock

El tratamiento de Budwig incluía también cambios en la nutrición y la dieta con el objetivo de permitir a las células cancerosas empezar a «respirar de nuevo». Entre otras cosas, Budwig recomendaba evitar los productos de origen animal, con la excepción del requesón combinado con aceite de linaza.

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Su solución no sólo cura el cáncer, también ayuda a las personas que sufren artritis, diabetes, problemas cardiovasculares y funciones hepáticas, básicamente todas las enfermedad con las que las farmacéuticas hacen miles de millones de euros cada año.

El protocolo de Budwig contaba con dos etapas. La primera era un tratamiento natural, una mezcla que contiene altas cantidades de proteínas de azufre y aceite de semillas de lino para proporcionar omega 3 en los niveles apropiados.

Este tratamiento a base de alimentos se administra normalmente por vía oral, pero en casos terminales, la Dra. Badwig también aplicaba el aceite de las semillas de lino en forma de enemas.

Todja/Shutterstock

La segunda etapa del protocolo Budwig consistía en una dieta especial. Los resultados más sorprendentes se observan generalmente a los 90 días, y a veces en una semana. Los pacientes deben continuar con el régimen al menos durante 6 meses, independientemente de la ausencia de síntomas.

Sorprendentemente, el tratamiento de Budwig parecía tener una tasa de éxito del 90%, llegando incluso a funcionar en personas en fase 4 en las que la quimioterapia y la radiación habían fracasado.

Por desgracia, un paciente muerto no es rentable, ni tampoco un paciente sano. El dinero se hace en un término medio y las grandes empresas tienen la intención de que esto siga así. Tendrá que pasar mucho tiempo para que prime la salud y el bienestar de las personas por encima del beneficio económico.

Fuente: Awm, Healing Cancer Naturally
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