Cada día es más común que existan relaciones de amigos con derecho a roce. Es cierto que suelen traer muchas cosas y momentos maravillosos pero suele causar un dolor que supera toda las cosas buenas que puedan existir. Suelen ser relaciones desordenadas, complicadas y un poco dramáticas.
Estas relaciones suelen acabar, y no muy bien, ya que llega un momento en el que uno de los dos se ha enamorado del otro y cada uno quiere algo distinto.
Cuando esto ocurre y surge el amor en una de las partes, la relación se destruye y recuperarse de una ruptura así es mucho más difícil que hacerlo de una relación donde el amor es mutuo. En la película «Con derecho a roce» nos pintan estas relaciones de otra forma pero debes recordar que ni eres Mila Kunis, ni tu amigo es Justin Timberlake. Por favor, separemos la ficción de la realidad.
Recientemente se ha realizado una investigación sobre los amigos con derecho a roce o FWBR en la que se demuestra que este tipo de relación es un error. Kendra Knight, profesora de comunicaciones de la Universidad DePaul, analizó 25 relaciones de este tipo y descubrió que, aunque ambas partes reconocen que los límites son la clave, ninguno da el paso para hablar sobre ello.
Los integrantes nunca dan el paso ya que no quieren mostrar lo que piensan para que no los tomen por locos o celosos. Esto es un grave error y condena a la relación al fracaso. La clave para que una relación de amigos con derecho a roce funcione es poner límites y para ello hay que tener comunicación. Si ninguno de ellos está dispuesto a comenzar esa comunicación entre ambos, la relación está bastante condenada.
Con todo esto, no queremos decir que todas las relaciones de amigos con derecho a roce sean terribles. La ciencia simplemente destaca que nuestro comportamiento habitual frente a estas relaciones hace que nunca puedan funcionar.