Se descubre finalmente que nuestra personalidad no cambia tanto como creíamos al beber alcohol

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¡Se te acabaron las excusas! A partir de ahora no podrás justificar tus salidas de tono con el hecho de haberte tomado unas copas de más. Lo cierto es que la mayoría de comportamientos alocados, y a veces desmedidos, que mostramos cuando salimos de fiesta tienen tras de sí al mismo cabeza de turco, el alcohol.

De la mano del consumo del alcohol viene la extendida idea de que cualquier conducta que se lleve a cabo no refleja la verdadera personalidad de la persona implicada. Pero, ¿cómo de cierta es esta creencia?

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Sorprendentemente, parece que la respuesta es: no mucho. Cada vez más investigaciones indican que, por lo general, el alcohol no transforma la personalidad, sólo tiende a hacer que las personas sean más extrovertidas. Es cierto que puede llevarnos a exagerar ciertos rasgos de nuestra personalidad, pero nuestros egos básicos permanecen sin cambios, para bien o para mal. En otras palabras, si te comportas como un imbécil cuando te emborrachas, también lo eres cuando estás sobrio.

La última investigación realizada al respecto involucró a 156 voluntarios dispuestos a emborracharse. Antes de que los participantes se corrieran la juerga, debían rellenar un test de personalidad. El cuestionario tenía en cuenta principalmente cinco factores de conducta: extroversión, amabilidad, consciencia, neuroticismo y apertura a la experiencia, una de las maneras más comunes que utilizan los psicólogos para clasificar la personalidad.

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Una vez que los voluntarios estuviesen bien ebrios, completaban el mismo test para comparar los resultados. Además, mientras se emborrachaban a base de Vodka con Sprite, los participantes tenían que jugar a varios juegos que fomentaban la competitividad, la unión y la impulsividad.

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Al parecer, los participantes reportaron haber experimentado una gran transformación en todos los factores de personalidad, sin embargo, la realidad es que sólo la extroversión fue el factor que recibió puntuaciones bastante diferentes dependiendo de si los participantes estaban o no bajo la influencia del alcohol.

Después de beber, la gente generalmente reportaba niveles más bajos de consciencia, apertura a la experiencia y amabilidad, en contraposición a unos mayores niveles de extroversión y estabilidad emocional (lo contrario del neuroticismo). Sin embargo, los investigadores sólo observaron diferencias significativas en el nivel de extroversión.

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Es decir, mientras que los que estaban borrachos pensaron que su mundo había cambiado, los asistentes que los observaban no se percataron de ningún cambio drástico.

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Según Rachel Winograd, investigadora de la Universidad de Missouri, esto puede deberse a que los asistentes informaron sobre los cambios conductuales visibles para ellos, lo que no quiere decir que los participantes no experimentasen ciertos cambios internos, que aunque eran reales para ellos, resultaban imperceptibles para los observadores.

A pesar de que este estudio tuvo lugar en un laboratorio y no en un entorno real que ayudase a reflejar fielmente cómo afecta el alcohol a la personalidad, podemos ver que por lo general, la mayoría de la gente cambia menos de lo que creen.

Así que ya sabes, o tratas de no hacer nada de lo que puedas arrepentirte cuando bebes, o mejor te vas buscando una nueva excusa.

Fuente: Business Insider, Daily Mail
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