Sale a la luz la historia de Genie, la niña de 13 años encerrada por su padre y torturada por la ciencia

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El 4 de noviembre de 1970 la policía descubrió en Arcadia, California, a una niña de 13 años que seguía usando pañales y que gemía como un animal. Dieron con ella de forma inesperada gracias a una trabajadora social y se convirtió en uno de los casos más emblemáticos de la psicología infantil.

Genie, la historia de la niña salvaje

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La niña fue bautizada por los investigadores como Genie, nombre que proviene de la idea de un genio encerrado en una botella. Se trata de una de esas historias en los que un niño crece sin contacto humano, y cuando lo descubren, despierta el interés de la ciencia.

El 18 de abril de 1957 nació en un barrio de Los Ángeles, Arcadia, la hija de Irene y Clark Wiley, una pareja con una vida bastante caótica y siempre marcada por la desgracia. La madre, medio ciega, a causa de las cataratas y un desprendimiento de retina; el padre, violento y con depresión severa, a causa de la muerte de su madre en un accidente automovilístico. Un hombre controlador, que odiaba el ruido y que no quería tener hijos.

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Sin embargo, los niños empezaron a llegar. Los dos primeros murieron, la primera tras ser abandonado en un garaje, y el segundo debido a complicaciones en el embarazo. El tercero sobrevivió, y cinco años después nació la pequeña conocida como Genie.

Era una niña completamente normal, pero como le costó empezar a hablar, su padre estaba convencido de que sufría un retraso. Para evitar que se la llevaran los servicios sociales o por simple crueldad, decidió encerrar a su hija y aislarla del resto del mundo, incluso de su familia.

Doce años encerrada

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Durante doce años solo tuvo contacto con su padre, quien la tenía encerrada en una habitación con llave y atada a una silla orinal. Cuando se acordaba, por las noches la metía en una jaula de madera y alambre. Y por si fuera poco, le tenía prohibido que emitiera ningún tipo de sonido. La alimentaba con alimentos básicos y nunca le enseñó nada, ni a ir al baño, ni siquiera a hablar.

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Además, al estar tanto tiempo encerrada en un espacio tan pequeño tenía dificultades para ver bien y para moverse, ni siquiera podía andar erguida. Su padre la estaba transformando en una pequeña «bestia», incapaz de hablar y de relacionarse con humanos.

Descubrimiento

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Mockingbird don’t sing, 2001

Cuando en noviembre de 1970, las autoridades dieron con su paradero en las casas de los Wiley, se encontraron esta pesadilla.

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Su madre estaba cada vez peor de la vista, por lo que personal de salud pública acudía a su vivienda para controles regulares. En una de esas visitas, la mujer se equivocó de habitación al abrir la puerta, y el caso de la pequeña quedó a descubierto. En ese momento, tenía 13 años, pero parecía que tenía solo 6 o 7.

En un principio pensaron que era autista, pero rápidamente descubrieron que era incapaz de hablar, era incontinente, salivaba y escupía, apenas podía masticar o tragar, y no podía mantener la mirada ni extender las extremidades. Pesaba 26 kilos.

Estudiada por la ciencia

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Los investigadores, entre los que había médicos, psicólogos y lingüistas encontraron en la niña una oportunidad científica, donde no dudaron en anteponer la investigación al bienestar de la pequeña.

Su caso se convirtió en uno de los más emblemáticos de la psicología infantil. Los investigadores tenían una duda principal: ¿Podía una niña salvaje aprender lenguaje y reinsertarse en la sociedad?

En un primer momento, el progreso tuvo éxito: la niña aprendió a jugar, masticar, vestirse y disfrutar de la música. Amplió su vocabulario, que era de apenas 20 palabras, e incluso aprendió a comunicarse con dibujos. Incluso llegó a desempeñarse bien en pruebas de inteligencia.

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Sin embargo, aunque Genie aprendió cientos de palabras, no tenían ningún sentido gramatical, sus habilidades lingüísticas no se desarrollaron y era difícil comprenderla. Seguía comportándose como una autista.

Fue sometida a un escáner cerebral que descubrió que su hemisferio izquierdo estaba prácticamente inactivo. Lo que nunca se pudo demostrar es si esta inactividad provenía de un defecto de nacimiento o de la falta de entrenamiento y de la tortura a la que la había sido sometida.

A partir de ahí, los avances fueron escasos y ante tal situación, la Asociación para la Salud Mental de los Estados Unidos cortó el presupuesto para Genie. Entonces, se la devolvieron a su madre, y su vida continuó siendo un infierno.

Esta no pudo cuidar de ella y la dio en adopción. Pasó por varios hogares infantiles, donde volvió a sufrir maltrato. Con el tiempo, la volvieron a poner en manos de las autoridades estatales.

Actualidad

El juicio que finalmente ganó la madre de la niña en los 80 la obligó a alejarse permanentemente de ella, le prohibieron no sólo seguir estudiando su caso, por las posibles consecuencias negativas, sino que además emitieron una orden de alejamiento permanente.

A día de hoy, poco se sabe de su estado de salud, ya que tras los dolorosos abusos y su paso por el control estatal, se emitió una prohibición total de entregar información sobre ella, pero parece que sigue viva.

Por desgracia, la historia de Genie no tuvo final feliz. La joven nunca fue liberada de la horrorosa botella en la que fue encerrada por el miedo, la violencia y el odio.

Fuente: miguelgarciavega / pagina7
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