Sí lo quiero, no lo quiero, sí lo quiero, no lo quiero… Desde luego hay decisiones en la vida más complicadas que otras y muchas veces el truco de deshojar una margarita para dejar la solución en manos del destino puede llevar a un profundo arrepentimiento.
“La verdad es que fue una locura, pero en el fondo es una anécdota que literalmente forma parte de mí y no necesito darle ningún significado profundo”. Esta es la justificación que daba un joven al recordar cómo amaneció con el tatuaje de una muffing rosa en uno de los cachetes del culo después de una noche de fiesta por Ámsterdam.
Planeado o no, no es raro escuchar a una persona tatuada advertir del carácter adictivo de la práctica una vez superado el miedo al “folio” en blanco. Pero ¿a qué dudas se suele enfrentar alguien que se plantea dar dicho paso? Quién sabe si con el fin de tranquilizar o desatar un mayor quebradero de cabeza, a continuación vamos a tratar algunas de estas cuestiones.
¿Hay que escuchar a la voz de la experiencia?
Uno de los consuelos sobre los que nos apoyamos para convencernos de que algo está bien o mal surge cuando tenemos constancia de que civilizaciones anteriores ya lo llevaban a cabo. En el caso de los tatuajes, el más antiguo se encontró en una momia peruana con 6 mil años de antigüedad. Como dirían muchos padres, que otros lo hagan no quiere decir que tú lo tengas que hacer, pero sin duda las referencias de que otras culturas ya lo ponían en práctica desde antaño aportan cierta seguridad.
En lo bueno y en lo malo, hasta que la muerte os separe
El detalle que suele provocar mayor indecisión a cerca de los tatuajes es su carácter permanente. Un ejemplo del riesgo al arrepentimiento lo sufrió el actor estadounidense Johnny Deep cuando después de su separación de la actriz Winona Ryder modificó el tatuaje que llevaba su nombre para destinar su declaración de amor al vino. De esta forma el tatuaje pasó de poner “Winona Forever” a “Wino Forever”.
A pesar de que el famoso “pirata” presume siempre de que su cuerpo es su diario, en este caso no dudó en modificarlo y convertirlo en la evidencia de un amor que duró menos que un tatuaje.
Más allá de las anécdotas, la condición permanente de los tatuajes se debe a que nuestro sistema inmunológico nunca termina de combatir la tinta que ha sido inyectada en la piel. A diferencia de una herida convencional que se produce en la capa más superficial de la piel, la epidermis, las agujas que crean un tatuaje llegan a lo más profundo, la dermis, donde se encuentran fibras de colágeno, nervios, glándulas, vasos sanguíneos y demás.
El hecho de crear una “herida” provoca que nuestro cuerpo envíe una señal de alerta para que las células inmunitarias, los macrófagos, capturen el pigmento y reparen la piel. El problema es que cuando las células pasan por el sistema linfático, algunas van llenas de tinta en los ganglios y otras yacen en la dermis.
De esta forma, como no pueden deshacerse del pigmento, la tinta puede verse a través de la piel y algunas de estas partículas quedan en la matriz de la dermis mientras las células cutáneas o fibroblastos se comen otras. Las células cutáneas permanecen en su lugar hasta morir, por lo que cuando las jóvenes las sustituyen la tinta se queda en el mismo lugar.
¡Todo tiene solución!
Aunque nunca llegan a desaparecer en su totalidad, es cierto que con el tiempo los tatuajes van perdiendo pigmento, por lo que desaparecen naturalmente a causa de la reacción a las partículas de pigmentos que son destruidas lentamente y transportadas por los macrófagos del sistema inmunitario.
A pesar de que las células cutáneas son estables y mucha de la tinta permanece en la piel para siempre, hoy en día se utiliza un láser capaz de llegar a la epidermis y destruir los pigmentos interiores.
A veces es peor el remedio que la enfermedad
Que exista solución para aquellos tatuajes indeseados a posteriori, no significa que sea fácil. De hecho, borrar un tatuaje es más complicado que hacérselo, requiere de más sesiones y por tanto es más caro.
Uno de los principales motivos por lo que es complejo borrarlos es a causa del color utilizado. El negro es el color que opone menos resistencia. El láser detecta mejor este pigmento y rompe los glóbulos de tinta en partículas pequeñas que los macrófagos eliminan sin demasiada dificultad. Sin embargo, las tintas de colores requieren de más ayuda para lograr ser expulsadas de la piel.
La composición de las tintas también tiene mucho que ver con esto y con algunos de sus riesgos:
La tinta de color rojo es a menudo la causante de reacciones alérgicas debido a su contenido en mercurio. La tinta negra se elabora con carbón, es la más natural de todas y al no derivar de ningún metal no suele provocar reacción. De todas formas, algunas variantes de esta tinta pueden tener derivados del hierro, lo cual hace que no quede excluida de riesgo.
La tinta amarilla está elaborada de cadmio y de sulfito del mismo, de ahí este color en los tatuajes. Este elemento principal también puede ser la razón de alguna reacción. En el caso de la tinta azul, utiliza las sales de cobalto y aunque puede ocasionar granulomas en el área del tatuaje, es de los más seguros.
La tinta verde está elaborada con una base de cromo y solo puede producir reacciones eczematosas y picazón.
Aunque menos empleadas, las tintas marrones pueden producir reacciones con la luz al portar cadmio o con oxido férrico.
Cabe destacar que hay tintas hipoalérgicas, un dato a considerar en el caso de estar pensando en hacerse un tatuaje para evitar así cualquier problema. Tampoco se deben descartar algunas tintas temporales como la Henna, cuya duración son unas semanas y puede servir de primera toma de contacto antes de decidir marcar la piel para siempre.
Ahora sí, si estabas pensando en hacerte un tatuaje al menos ya sabes qué es lo que los hace posible, cuál es su procedencia y sus riesgos. Solo queda la parte más complicada: responder a la pregunta de si llevarlo a cabo o no y, en el caso de resultar afirmativa, deliberar muy bien el diseño que te acompañará «casi» toda la vida. ¿Te atreves?