‘Hannibal el Canibal’, la historia del asesino en serie que devoraba el cerebro de sus víctimas

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Desde pequeño, la vida de Robert John Maudsley siempre ha estado envuelta de violencia y violación. Fue criado junto a sus once hermanos dentro de una familia disfuncional en la que los golpes y los abusos sexuales eran el pan de cada día. Estos hechos, sin duda, marcarían la personalidad de Robert en el futuro.

Después de que fuese rescatado por los servicios sociales, vivió hasta los 16 años cambiando permanentemente de hogar adoptivo. Ninguna familia le producía felicidad, algunas incluso continuaron con los abusos sexuales, haciendo que su pesadilla se repitiese una y otra vez. 

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TheSun

Cansado de la horrenda situación que vivía, decidió escapar a Londres en 1974 y comenzar a vivir por su cuenta. Allí se vio obligado a ejercer la prostitución para poder sobrevivir y costear su adicción a las drogas.

Una noche, John Farrell, uno de sus clientes, lo llevó a su casa después de tener relaciones sexuales para compartir unas fotos de niños desnudos de los que había abusado sexualmente.

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La fría y placentera confesión de Farrell hizo que Robert perdiera la cabeza al recordar las violaciones que había sufrido en su propio hogar cuando todavía era un niño indefenso. Segundos después, se levantó de la cama, tomó un garrote y estranguló cruelmente a su cliente. 

El asesinato de Farrell le costó el ingreso en el Hospital Broadmoor para enfermos mentales y asesinos con trastornos, un lugar incluso peor que la cárcel. Durante su internamiento, Robert se comportó de forma ejemplar a excepción de varios intentos de suicidio y las afirmaciones que realizó sobre escuchar voces que le ordenaban buscar a sus padres para matarlos.

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Sin embargo, tres años después llegaría al hospital un paciente acusado de pedofilia llamado David Francis. De nuevo, el abuso de menores hizo que el instinto asesino despertara en Robert. De inmediato sintió un profundo rechazo y asco hacia el sujeto. Se dedicó a observarlo durante semanas analizando sus idas y venidas.

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En cuanto tuvo oportunidad, Robert se encerró en una habitación con él y con ayuda de otro paciente, David Cheeseman, torturó al hombre durante nueve horas seguidas hasta matarlo.

Según relataba uno de los guardias que presenciaron la escena, el cráneo de David Francis estaba partido por la mitad con una cuchara encajada en él. Solo una parte del cerebro de la víctima fue hallada, lo que llevó a pensar a los médicos que tal vez Robert había devorado el resto.

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Tras este sangriento suceso, la justicia decidió trasladar a Robert a una prisión de máxima seguridad, donde fue acusado formalmente de asesinato. Conocido por el mote de «Spoons» (Cucharas) por su fechoría, Robert se convirtió en una figura temida dentro de la cárcel.

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Todos lo respetaban y le temían al mismo tiempo. Nadie se tomó a broma la afirmación que dijo en una de sus conversaciones: «Quiero matar a siete cabrones en un día«. Y si bien no llegó a esa cifra, sí que cumplió la promesa de seguir matando.

Salney Darwood, un pobre diablo encerrado por matar a su esposa fue su siguiente víctima. Después de obligarlo a entrar en su celda, le cortó la garganta para ver cómo se desangraba. Bill Roberts fue el siguiente en la cadena de asesinatos. Esta vez estrelló la cabeza del hombre de 56 años repetidas veces contra el muro de su celda hasta acabar con su vida.

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En 1983, Robert se ganó el título de ‘el preso más peligroso de toda Gran Bretaña‘, por lo que la justicia británica decidió construirle una celda de cristal a prueba de balas para poder vigilarlo de forma permanente.

Además de los detalles de sus crímenes, su profunda pasión por las artes, la música y la poesía, así como por su alto coeficiente intelectual han hecho que Robert haya sido comparado con el asesino de ficción Hannibal Lecter, el personaje creado por Thomas Harris.

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A sus 64 años, la vida de Robert Maudsley es trágica en todos los aspectos. Fue violado durante su infancia, ha vivido una vida donde la violencia ha sido siempre una constante y ha pasado más de la mitad de su existencia en confinamiento absoluto y sin contacto con otras personas.

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«Las autoridades penitenciarias me ven como un problema, y ​​su solución ha sido ponerme en confinamiento solitario y tirar la llave para enterrarme vivo en un ataúd de cristal», concluía Robert John Maudsley, uno de los asesinos más temidos de la historia.

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Fuente: The Guardian, The Sun, Metro
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