El sexo anal: los datos más curiosos que poca gente conoce sobre la introvertida práctica sexual

El sexo anal ha sido y sigue siendo a día de hoy un tema tabú que hace sonar todas las alarmas culturales y prejuicios de la sociedad. Pero, aunque no lo creas no siempre fue así.

En la antigüedad el sexo anal se practicaba con naturalidad en muchas culturas, tanto hombres como mujeres, y tanto en relaciones heterosexuales como homosexuales.

En la antigua Grecia, la homosexualidad era algo habitual y era socialmente aceptado que los hombres jóvenes fueran amantes de los mayores, de quiénes recibían a cambio una educación política, científica y moral.

Los hombres mayores eran siempre los que penetraban a los más jóvenes, ya que las relaciones con hombres de la misma edad eran motivo de deshonra.

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También en la Antigua Roma, Marco Antonio o Augusto César tuvieron amantes masculinos. Sin embargo, con la llegada del Oscurantismo a Europa, el amor por el cuerpo y la belleza dejó paso a la religión.

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WolfgangRieger / wikimedia

Como para religión la homosexualidad y la práctica sexual sin objetivo de reproducción eran pecado, el sexo anal fue condenado. Y en el siglo VI d.C. el Imperio Romano prohibió la homosexualidad.

Con la llegada del Renacimiento, vinieron los avances científicos, pero la idea de que los pactos con el diablo se sellaban con un pacto anal permaneció. Aunque, por suerte, los castigos a dicha práctica dejaron de ser tan severos.

Pero fueron autores como el Marqués de Sade o George Bataille quiénes consiguieron que esta práctica se convirtiera en un juego erótico gracias a sus relatos.

El primero fue el Marqués de Sade, filósofo y escritor francés cuya vida fue considerada pecaminosa y libertina para su tiempo.

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La Colección Granger / wikimedia

En sus obras son característicos los antihéroes, protagonistas de violaciones y de disertaciones en las que, mediante sofismas, justifican sus actos.

La expresión de un ateísmo radical, además de la descripción de parafilias y actos de violencia, son los temas más recurrentes de sus escritos, en los que prima la idea del triunfo del vicio sobre la virtud.

Sus últimos libros fueron una auténtica provocación a la moral religión, y en ellos busca la liberación de la represión sobre el cuerpo.

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Aquí podemos leer un fragmento de «La filosofía del tocador», en el que Dolmancé y la Sra. de Saint-Ange instruyen a Eugenia, una joven señorita, sobre los placeres del libertinaje:

«La postura más usada para la mujer, en este goce, es acostarse boca abajo, en el borde de la cama, con las nalgas bien separadas, la cabeza lo más baja posible. El lascivo, tras haber disfrutado un instante con la perspectiva del bello culo que se le ofrece, tras haberlo palmoteado, palpado, a veces incluso latigado, pellizcado y mordido, humedece con su boca el lindo ojete que va a perforar, y prepara la introducción con la punta de su lengua; moja asimismo su aparato con saliva o con pomada y lo presenta suavemente al agujero que va a horadar; con un mano lo lleva, con la otra separa las nalgas de su goce; cuando siente su miembro penetrar, es preciso que empuje con ardor, teniendo mucho cuidado de no perder terreno; a veces la mujer sufre, si es nueva y joven; pero sin miramiento alguno para con los dolores que pronto van a convertirse en placeres, el jodedor debe empujar con vivacidad su polla gradualmente, hasta que por fin haya alcanzado la meta, es decir, hasta que el pelo de su aparato frote exactamente los bordes del ano del objeto al que encula».

De igual forma, Georges Bataille, escritor, antropólogo y pensador francés busca la provocación moral, de un proceso intencionalmente corruptor de los ideales culturales.

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En «Historia del ojo», el personaje principal es un joven de 16 años que inicia así su narración: “Fui educado solo y, si mal no recuerdo, estaba ansioso por las cuestiones sexuales”. Este personaje tiene una compañera, Simone, que lo conduce y lo acompaña en experiencias sexuales desmedidas.

El texto refleja un mundo de ejercicio brutal del sexo por parte de los dos jóvenes, sin romanticismo, sin atenuantes ni unión amorosa. La narrativa es cruda, descriptiva, pornográfica y cruel. Aquí podemos leer un fragmento:

«A partir de esa época, Simona contrajo la manía de quebrar huevos con su culo. Para hacerlo se colocaba sobre un sofá del salón, con la cabeza sobre el asiento y la espalda contra el respaldo, las piernas apuntando hacia mí (…) Colocaba entonces el huevo justo encima del agujero del culo y se divertía haciéndolo entrar con agilidad en la división profunda de sus nalgas. En el momento en el que el semen empezaba a caer y a regarse por sus ojos, las nalgas se cerraban, cascaban el huevo y ella gozaba».

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Ilustración de Hans Bellmer para «Historia del Ojo»

Ambos autores buscan acabar romper con esa represión de la sexualidad que se tenía hasta el momento. El sexo no tiene unas normas impuestas, sino que cada cuál debe dejarse llevar y buscar lo que le dé placer.

Imagen de portada: wikimediaFuente: bigbangnews / buhola / pagina12