Científicos calculan la radiación recibida por toda la humanidad desde Fukushima

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Si presenciaste el desastre nuclear que vivió Fukushima cuando su central fue golpeada por un tsunami en el mes de marzo de 2011, siento decirte que existen bastantes probabilidades de que hayas absorbido la radiación de 1.000 plátanos en los últimos seis años como resultado de aquel desastre.

Sí, 1.000 plátanos, has leído bien. Resulta que muchos expertos en energía nuclear utilizan los plátanos como unidad de medida para que el resto de personas puedan medir la magnitud de una fuga radiactiva. Y es que, quizás te sorprenda conocer que, el plátano, al igual que otros muchos alimentos, son radiactivos por naturaleza. Esta fruta es radiactiva debido a uno de los isótopos de potasio que contiene.

Para que te hagas una idea, 100 gramos de plátano contiene unos 400 miligramos de potasio, de donde solo un 0,0117% sería radiactivo. Tranquilo, no entres en pánico, esa cantidad resulta tan pequeña e insignificante que no repercute en nuestro cuerpo, serían necesario comer 35.000.000 bananas de una vez para que una persona muera envenenada.

Aunque resulte un poco extraño, hay que reconocer que medir los escapes radiactivos en plátanos es mucho más intuitivo que si nos hablan en becquerelios o milisieverts.

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Según los datos recogidos por el Instituto Noruego para la Investigación Aérea, la radiación de Fukushima se ha dispersado por todo el mundo desde 2011 provocando que todos los seres humanos de la Tierra hayan recibido una dosis de 0,1 milisieverts (1.000 plátanos). Como es normal, las personas que se encontraban más cerca de la central fueron expuestas a 0,5 milisieverts, cantidad que ni se acerca a la radiación que recibimos durante una tomografía computarizada (TAC) en el hospital.

Los investigadores noruegos utilizaron datos recopilados por la ‘Comprehensive Nuclear-Test-Ban Treaty Organisation’, grupo que vigila las explosiones nucleares en todo el mundo midiendo cosas como la actividad sísmica y las partículas radiactivas en la atmósfera.

Una de las partículas de las que tienen registros es el cesio 137, elemento pesado que puede recorrer largas distancias gracias a su capacidad para disolverse en el agua, lo que lo convierte en un útil marcador para medir el alcance radiactivo del desastre.

Eight Photo/Shutterstock

El equipo estimó que cerca del 23% del cesio 137 liberado en Fukushima a raíz del tsunami se mantuvo en Japón, mientras que el resto pasó a los océanos.

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«Más del 80% de la radiación se disipó en el océano y los polos, de manera que la población mundial recibió menos exposición de lo esperado», decía Nikolaos Evangeliou, un de los integrantes del equipo de investigadores.

Aunque no supone una dosis preocupante para nuestro organismo, nos muestra que, al contrario de lo que pudiésemos pensar, las repercusiones de un desastre nuclear llega hasta el último rincón de la Tierra.

romm/Shutterstock

Del casi 20% de la radiación que no pudo ser disipada, un total de 163 terabecquerel (Tbq) se esparció por América del Norte, lo que vendría a ser unos 11 billones de plátanos dispersos por todo el continente. De igual forma, hasta Europa llegaron 14 Tbq y a Asia 47 Tbq.

Aunque las consecuencias no puedan ser tan graves como las que se vivieron tras el desastre de Chernobyl en 1986, este trágico acontecimiento nos recuerda que debemos emplear nuestros esfuerzos en conseguir energías limpias que no pongan en peligro a toda la humanidad.

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