Catalina La Grande, la emperatriz ninfómana que llegaron a acusar de abandonar la vida acosada por un caballo

A todo el mundo le gusta la polémica y el morbo, es por eso que numerosos personajes de la historia suelen ser recordados en mayor medida por sus anécdotas más perturbadoras en lugar de por la labor o el importante desempeño que hayan podido tener en el mundo.

Esto es exactamente lo que ha pasado con la emperatriz Catalina II de Rusia. A pesar de que pasaría a la historia como Catalina la Grande por méritos propios, siempre será recordada por sus innumerables y extravagantes escarceos amorosos.

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Guioteca

Hija de un noble prusiano, pasó de ser una princesa alemana a una emperatriz rusa tras un acuerdo diplomático por el que contrajo matrimonio con Pedro el Grande. Por desgracia para Catalina, el joven duque era impotente. Esta característica hizo que, además de no consumar la relación en ocho años, Catalina adquiriese cierta obsesión con el sexo.

Tras un grave fallo de liderazgo contra durante la guerra contra Prusia, el zar fue «invitado» a abandonar San Petersburgo y a retirarse a una propiedad en el campo para ser sustituido por su mujer, y un año después apareció asesinado. Comenzó entonces un reinado que reveló la enorme complejidad de la personalidad de Catalina.

{keyword}De cara al exterior, y deseosa como estaba de que Rusia obtuviese el reconocimiento internacional que se merecía, se esforzó por convertirse en la auténtica protectora de la Ilustración.

Aún así, siempre será recordada por su famosa retaíla de amantes. Entre sus compañeros de cama más destacados podemos citar a Serguei Saltykov, su primer amante y padre de su hijo Pablo, y es que como dicen los rumores, todos sus hijos fueron de diferentes padres y ninguno de su marido.

Otro de sus amantes de más relumbrón fue el último monarca de Polonia, el futuro rey Estanislao II Poniatowski. Aunque sin duda uno de sus amantes más poderosos fue Grigori Potiomkin, estadista, militar y político ruso que se convirtió en su hombre de confianza, una vez muerto su esposo, hombre al que muchos señalan como el único gran amor en la vida de Catalina.

{keyword}Otro de sus amantes fue Alexis Lanskoi, que murió envenenado a manos de Potiomkin, receloso de perder su cuota de poder ante la intrusión de este nuevo amante. También destacó por su belleza física y por su intelecto el joven Aleksandr Dmítriev-Mamónov.

Ese ardor sexual le acompañó hasta el final de sus días, ya que no dudó en buscarse amantes hasta 40 años más jóvenes que ella cuando nuestra protagonista ya superaba los 60 años. Su último amante conocido fue el príncipe Zúbov, que se aprovechó de la pasión de la zarina por él para satisfacer sus numerosas extravagancias.

Algunos historiadores han llegado a cifrar en más de 80 los amantes que pasaban cada año por la alcoba real, otras fuentes nos hablan que la zarina tenía a su disposición hasta un total de 20 amantes al mismo tiempo, que se iban alternando en su lecho, según los caprichos de la zarina, y es que según cuenta los rumores, Catalina exigía a sus amantes cumplir hasta 6 veces por día, ya que nunca quedaba saciada del todo.

La mayor infamia sobre Catalina: Morir al ser penetrada por un caballo.

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Sin duda, el rumor más exagerado sobre el desmedido apetito sexual de Catalina la Grande son los infundados testimonios sobre ciertas aficiones zoofílicas de la zarina.

Cuenta la leyenda que Catalina quedó impresionada ante la visión de un semental montando a una yegua. Al ver su enorme falo y la potencia vigorosa empleada por el animal, la zarina no podía dejar de fantasear en ser tomada por tan portentosa bestia.

El rumor sobre esta relación zoofílica fue acrecentándose con el paso del tiempo llegando a convertirse en una mentira histórica habitual afirmar que la lujuriosa Catalina murió de un ataque al corazón mientras era penetrada por un caballo.

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No hace falta decir que éste y otros muchos rumores sobre su vida sexual son completamente falsos e infundados por sus numerosos enemigos tras su muerte. Bulos y mentiras que calaron en el imaginario colectivo gracias a su fama de mujer promiscua y sexualmente libre.

Si se decide indagar más allá de su desbordado e insaciable apetito sexual, que incluso ha causado especulaciones sobre su controversial fallecimiento, Catalina la Grande también hizo mucho por su nación. Después de todo, no se ganó el sobrenombre de «La Filósofa del Trono» por pura casualidad.

Es evidente que el desarrollo de las artes, la educación, la medicina y la cultura en general se le debe en gran medida a su mecenazgo, que supera al de cualquier soberano anterior o posterior a su mandato.

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Mantuvo una intensa correspondencia con Voltaire y ofreció a Diderot acoger la Enciclopedia cuando ésta fue prohibida en Francia. Dio asilo a los jesuitas expulsados de España para que formaran a la élite, fue la primera en vacunarse para fomentar la extensión de las vacunas en Rusia, fundó el Hermitage y comenzó a llenarlo con la impresionante colección artística que hoy es una de las más importantes del mundo.

Quizás nada de eso la redima de las decisiones no tan buenas que tomó. En su país gobernó como una dictadora a pesar de que defendía ideales de libertad a través de su política internacional, seguramente con el único objetivo de conseguir el apoyo de otros países.

Lo que hay reconocer es que, a fin de cuentas, lo verdaderamente importante fue sus grandes acciones y no sus controvertida vida privada. A pesar de que utilizó unos métodos un tanto discutibles, la emperatriz hizo que el pueblo ruso se interesase por las artes, las ciencias y la educación general, acciones que para bien y para mal cambiaron el rumbo de toda una sociedad.

El morbo y el sensacionalismo histórico es lo que prima. La historia suele ser muy compleja, la verdad no suele ser tan apasionante. La verdadera historia suele ser mentirosa y pocas veces la mejor versión de la historia.

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